miércoles, 30 de julio de 2008

cerré aquella puerta pesada tras de mi...podía sentir el frío del hierro de la puerta en el eco del golpe. Lo primero que vi fue la luz de las farolas anaranjada...la lluvía caía en forma de finas gotas, las mismas que habían estado cayendo por momentos durante toda la noche. No sabía qué camino seguir, sólo había dos pero el desconcierto era tal que me cegaba...la izquierda suele ser un buen camino; sólo quería caminar durante horas bajo aquella fina lluvía...quería salir corriendo y no pensar...no pensar nunca más...pero tenía una cita puntual...no podía faltar...
No existía ningún tipo de sentimiento exagerado en mi, me asusté. Ni vergüenza excesiva, ni emoción espasmosa, ni tristeza incontenible...solo era un aturullo de nervios que se sentó junto a una joven compañera de viaje a corta distancia. The Cramberries pondría banda sonora y ritmo a los sueños...

desayuno lucense a la par de siesta matutina interrumpida por un interés oculto hacia un pequeño reportaje en el cual no centré mi atención más allá de la voz...no podría repetir una sola palabra...

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