lunes, 22 de diciembre de 2008

unas canchas de baloncesto a las orillas de un río que atraviesa toda la comunidad. un balón que botaba entre las manos que enlazaban con un pelo rizo y unos movimientos patosamente acompasados. un banco de piedra. una mañana fría de camino al instituto. una casual entrada en un portal. amigos comunes. un blog que de un desconocido. un mensaje que no entendí en el momento. posteriores mensajes sin respuesta. una noche de reyes lucense. más noches, todavía lucenses. una noche santiaguesa. ¿qué?. ¿por qué?. una mirada fulminante. ¿una visión en la estación de buses de Lugo?. un bus. una imaginación en Plaza Galicia. una aparición santiaguesa seguida de otras tantas. otro cruce de miradas no intencionado.

y en cada momento una bajada de serotonina. aunque no siempre hay tan poca para dejarla al ras.

ni tierna ni dulce.

Introducción de Ismael Serrano a Vértigo.
si sé que sus ojos me miran me paralizo, son como el Sol para el metabolismo de los animales que habitan el desierto, ralentizo toda mi actividad, o al menos eso aparento, porque visto desde aquí dentro, desde estas entrañas, la maquinaria no hace más que trabajar a mil por hora. Cada palabra en ese idioma sedoso y envolvente que siempre me ha acompañado resulta mil veces más compleja que cualquiera de sonido incomprensible pero que encajaba dentro del contexto. Echo de menos la simpleza de aquellas palabras que a la vez lo decían todo. Me encuentro que cuanto más conocimiento de una lengua tengo, cuanto más vocabulario, más difícil se vuelve la compresión.
Y sin embargo sé que no es lo que quiero. No hay correspondencia entre actos y palabras. Y quiero ponerle a prueba para demostrarle que sus palabras eran errantes entre aquel frío viento.